Por: Rut Espinoza
En un día “normal” dentro del contexto que nos ha traído tan peculiar escenario lovecraftiano digno de catástrofes cinematográficas, que nos hacen pensar en un contagio masivo y la ciudad llena de zombies; sólo podíamos concebirlas en una sala de cine. Lo cierto es que este guion es real, es la historia que se escribe por si sola, llena de incertidumbre; que hace año y medio dio un giro inesperado, y trajo consigo la desestructuración social, política y económica a nivel mundial.
Tal acontecimiento ha golpeado a varios sectores en la economía. De acuerdo al portal nytime.com (2020), la pandemia desafía al vasto continente de la economía informal latinoamericana, muchos trabajadores en la región no tienen contratos ni prestaciones y viven al día. Esta fuerza laboral de millones es particularmente vulnerable a los impactos del coronavirus.
La ausencia del otro
Es así, como esta nueva visión de la realidad nos confronta y sólo una minoría, vaticinaba que a principios del 2020; comenzaría una difícil etapa para la humanidad, pero que hoy, es parte de nuestro día a día. En dicho contexto, se ubica un local de equipo de cómputo, copias, venta de dulces y juguetes, en la colonia San Miguel Topilejo, cerca de la escuela primaria Ateneo de la Juventud, que a las 12:00 a 19hrs presta su servicio.
En este lugar, situado en una calle empedrada con un pequeño callejón a las faldas de su entrada, se visualiza desde su interior una especie de túnel; pero es sólo el efecto de dos columnas que forman dicho callejón. Las tardes en el lugar, se hacen largas, pero su cielo rosa violáceo nos sumergen dentro de una bella pintura; estos son los pequeños detalles, que hacen más fácil la estadía en el lugar, con la espera de clientes, que en dicha situación hay pocos.
Los transeúntes pasan con miradas de tristeza, como si recordaran que ahí alguna vez hubo vida; y es que en algún momento fueron testigos de la felicidad de los niños y niñas, que salían al toque del timbre de salida. Esa imagen mental y del alma, sólo ha quedado para el recuerdo. Los niños y niñas corrían desaforados para ir a comprar, o hacían un berrinche a sus papás para que les compraran los famosos slime con diamantina, chicles bubaloo, carritos y ropita de Barbie.
Esos rostros dignos de la definición de felicidad ya no están, ahora se respira la ausencia de vida en el lugar. Bajo este escenario, el portal de aristeguinoticias.com (2021) refiere David Grossman, “ La pandemia cambió los planes, no creo que salgamos fortalecidos de este fenómeno”, apunta el autor. Considera que conforme disminuya el impacto de la enfermedad la mayoría de la gente intentará recuperar desesperadamente su nueva vida y añade, “no nos podremos deshacer fácilmente de los efectos de la pandemia”.
La nueva dinámica escolar
Bajo tal contexto, y enfatizando los efectos de la pandemia, Erika la dueña del local, una mujer de estatura media, que irradia la esperanza de muchos comerciantes en su mirada, y que tienen la ilusión de volver a recuperarse de la gran caída económica, a causa de la pandemia.
Además, de recuperar su vida en el aspecto de la cercanía humana. Con tristeza comenta que las ventas bajaron a raíz de este fenómeno mundial, explica que de repente aparece uno que otro niño o niña para imprimir demasiada tarea; con asombro comenta que una niña fue a imprimir un cuento de 121 páginas, y que le dieron de plazo una semana; entre todo eso muchas actividades de matemáticas e inglés, que con risa y un poco de pena, confiesa que ni ella les entiende.
Erika narra el hartazgo de las madres para que sus vástagos regresen a clases. Además, de la inquietud que tienen porque ven que los niños no están aprendiendo nada; máxime, quejas de la gran carga académica.
Punto de encuentro, un reflejo de la nueva realidad.
El puesto, más que un lugar de renta de cómputo, copias, venta de dulces y juguetes; es un punto que refleja la parte social y vulnerable que están viviendo los habitantes de la zona, (y con seguridad de afirmar, la sociedad en general). Principalmente los niños y sus familias; que entre la carga académica y pérdidas económicas por el alto desempleo, tienen que continuar sus vidas, a pesar del dolor causado por los seres queridos que ya han partido.
A la par, se resquebraja un pilar fundamental en nuestra sociedad, que es el núcleo familiar, debilitado por el aumento de violencia intrafamiliar. Erika comenta con tristeza, mientras acomoda unas muñecas de Frida Kahlo en una mesita, que cierto día, observó a una Maestra quien rentó una computadora para impartir clase; en ese momento, Erika notó que los pequeños alumnos, alegremente saltaban y obedecían a su Maestra en las actividades que les encomendaba, a través de zoom.
En ese momento, Erika la dueña del lugar, con alegría y nostalgia, comenta que para esos pequeños el ir y convivir en clases “era su todo”, y que una de las grandes satisfacciones de su trabajo es ver, que a pesar de la situación que a todos en algún grado nos ha pegado, la vida continúa y siempre hay nuevos mañanas para reconstruirnos.
Acentuando el contexto, del puesto de Erika, De Sousa (2020) refiere que paradójicamente la etimología del término pandemia es: reunión del pueblo. La tragedia es que, en este caso, para demostrar solidaridad, lo mejor es aislarnos y evitar tocar a otras personas. Es una extraña comunión de destinos ¿Serán posibles otros?
Con este cuestionamiento de De Sousa (2020) ¿habrá diferentes maneras de convivir a futuro? O a raíz de este punto de inflexión histórico; han estado surgiendo, y seguirán creándose nuevas formas de interacción humana, a través del mundo virtual y humano, en la cual, las generaciones que viven este tipo de acontecimientos, deben estar preparadas.
Este virus vino a transformar nuestra percepción de la realidad, y la dinámica social como la conocíamos antes. Ese mundo pasado, ya no existe, sólo el tiempo nos mostrará que tan resilientes serán las nuevas generaciones, ante cambios imprevistos como una siguiente pandemia mundial.